http://dx.doi.org/10.1016/j.cya.2016.03.002
Artículo de
investigación
Acceso y uso de
los mercados financieros para el pago de los gastos de la educación básica
Access and use of financial markets for basic
education expenses
Kristiano Raccanello1
Laura Elena Carrillo Cubillas2
Mariana Guzmán Yerena3
1 El Colegio de
Tlaxcala A.C.
2 Galilei A.C.,
Puebla, México
3 Deloitte, Ciudad de
México
Autor para
correspondencia: Kristiano Raccanello, email: kristiano.raccanello@coltlax.edu.mx
Resumen
A raíz de la crisis financiera del 2008,
el ajuste macroeconómico ha afectado a los hogares mexicanos a través de un
mayor desempleo y una caída del poder adquisitivo. También, las familias tenían
que seguir financiando los gastos en educación, a veces endeudándose en el
mercado financiero formal o informal. La hipótesis de este artículo propone que
el acceso y el uso de los productos financieros formales e informales permiten
reducir los problemas financieros asociados con los gastos escolares en los
niveles de educación básica. El modelo probit se estima con una muestra
constituida por cuatrocientos hogares que residen en el municipio de San Pedro
Cholula (estado de Puebla). Los resultados indican que un empeoramiento de las
condiciones laborales y la pérdida del empleo se asocian con una mayor
probabilidad de enfrentar dificultades financieras. Asimismo, el acceso al
mercado financiero formal permite reducir la probabilidad de enfrentar estas
dificultades, mientras que para el informal los resultados están en función de
las características de cada intermediario financiero.
Palabras clave: Financiamiento de la educación, Gasto privado,
Mercados financieros, México.
Códigos JEL: I22.
Abstract
The
aftermath of the 2008 financial crisis and the macroeconomic adjustment that
followed provided higher unemployment and eroded the Mexican households’
purchasing power. Though, families had to continue financing education
expenditures, sometimes borrowing in the formal or informal financial market.
The hypothesis of this paper posits that access and use of formal and informal
financial products can reduce the financial problems associated with basic
school private expenditures. The probit model is estimated through a
sample of four hundred households drawn from the municipality of San Pedro
Cholula (state of Puebla). The results indicate that a worsening of working
conditions and sudden unemployment are associated with an increased likelihood
of difficulties in making ends meet. Moreover, accessing the formal financial
market lessens the likelihood of such problems, but for the informal
counterpart results depend on the characteristics of each financial
intermediary.
Keywords: Education financing, Financial markets, Private
spending, Mexico.
JEL classification: I22.
Recibido:
05/05/2015
Aceptado:
17/03/2016
Antecedentes
La educación puede ser considerada de distintas formas: a)
como un bien de consumo que produce utilidad para los individuos sin tener ningún
tipo de incidencia en la productividad; b) como un medio que permite
identificar y calificar destrezas y habilidades, o bien c) como un medio para
incrementar el capital humano ( Carrillo,
2006 ), el cual, a su vez, se considera un factor productivo dada la
relación que existe entre el nivel de conocimientos de los trabajadores con su
capacidad para utilizarlos y, por ende, su productividad ( Serrano, 1996 ). De acuerdo a esta última
perspectiva, el gasto en educación es una inversión que genera mejores
condiciones de vida para el individuo que la recibe. En este sentido, a nivel
individual, la educación es un proceso que contribuye al desarrollo de cada ser
humano mediante el cual es posible acceder a mayores niveles de ingresos y
mejores servicios, mientras que a nivel colectivo hay un consenso general en
considerarla como una palanca de desarrollo social ( Marcel y Tokman, 2005).
En relación con lo anterior, existe una
estrecha relación entre la escolaridad y el nivel de ingresos de los individuos
( Becker, 1964; Mincer, 1974 ), con evidentes beneficios
intergeneracionales que se asocian con los niveles de instrucción y riqueza de
las generaciones futuras ( Hoyos,
Martínez y Székely, 2010 ).
Por otro lado, se tiene que en México el
porcentaje del ingreso destinado a la educación disminuye conforme aumenta el
ingreso de los hogares, con la excepción del último decil
(Instituto Nacional de Estadística y Geografía [ INEGI, 2010 ]); es decir, «los gastos en
educación por parte de los estratos más pobres son mucho menores que los
correspondientes a los estratos altos. Sin embargo, […] los estratos bajos de
la sociedad […] concentran sus gastos en el nivel básico, mientras que las
clases altas lo hacen en educación superior» ( Bracho, 1995 , pp. 2-3, citando a Llamas,
1993). Asimismo, también se observa que las personas en los hogares que
pertenecen a los estratos con menores ingresos estudian menos años y en peores
condiciones respecto a las de ingresos más altos ( Hochschild y Scovronick, 2004).
Educación, capital
humano y resultados económicos
La
importancia de la educación a nivel individual radica en ser un proceso
permanente que contribuye al desarrollo del ser humano, así como el medio
principal para obtener, transmitir y acrecentar la cultura, siendo un factor
determinante en la adquisición de conocimiento y de la formación personal. El
capital humano, que de acuerdo a Becker
(1964) se define como el «[…] conjunto de las capacidades
productivas que un individuo adquiere por acumulación de conocimientos
generales o específicos», es el puente entre la educación y el trabajo, siendo
este último la concretización de lo aprendido en la etapa escolar, fortalecido
por la experiencia y la práctica cotidiana del quehacer laboral.
Los primeros años de vida y el adecuado desarrollo de las personas
resultan cruciales para su formación como individuos productivos. En estas
etapas los cuidados de los padres, el acceso a una alimentación balanceada y a
servicios médicos, así como la posibilidad de obtener una educación oportuna y
de calidad, permiten que, a nivel intergeneracional, los individuos puedan
alcanzar mejores niveles de vida a través de un círculo virtuoso ( Raccanello, 2012).
Una de las manifestaciones a través de las cuales puede apreciarse
este aspecto consiste en los resultados económicos de las microempresas, que en
México representan el 95.6% de las unidades productivas y que emplean al 45.6%
de la fuerza laboral ( Pavón,
2010 ) pero que aportan solo el 15% del producto interno bruto (PIB)
( Secretaría de Economía, 2010 ).
En relación con esto, se tiene que conforme el grado de estudios del
microempresario aumenta, se observa un incremento paulatino en las utilidades
operativas respecto a los que tienen solo educación primaria1, concluyéndose que «a mayor educación se espera que el
microempresario tenga competencias que, conjuntamente a una mayor comprensión
de las problemáticas, le permitan realizar análisis y tomar mejores decisiones
que se reflejan en resultados positivos para la microempresa» ( Raccanello y Saucedo, 2015 , p. 17). Estos resultados se
sustentan también con los datos que publican PROMÉXICO (2014)2 y el Banco de
Información Económica ( INEGI,
2014 ), en donde la correlación entre los años promedio de
escolaridad por entidad federativa con el índice de productividad es del 68.9%,
y con respecto al promedio de la utilidad bruta por actividad económica es del
41.5% para manufactura y del 39% para comercio y servicios.
Educación en México
Frente a
los resultados que han demostrado las carencias del sistema educativo mexicano
a nivel internacional ( OCDE/PISA,
2000, 2003, 2006, 2009 ), este ha sido objeto de una importante
reforma aprobada en diciembre de 2012 y promulgada en febrero de 2013.
Aun cuando sea demasiado pronto para poder determinar el impacto
de la reforma educativa, las medidas que habían sido tomadas por el Estado
antes de la reforma ya reflejaban un aumento de la tasa bruta de matriculación
(o cobertura)3 en educación
primaria y secundaria (Secretaría de Educación Pública [ SEP, 2010 ]), en donde para la educación
básica las cifras reportadas por la SEP indican que a nivel nacional, durante
el ciclo escolar 1990-1991, existía un 95.9% de cobertura para el nivel de
primaria, que aumentó al 98.6% para el ciclo escolar 2009-2010. Asimismo, a
nivel de secundaria, considerando que en el ciclo 1990-1991 este no era
obligatorio, la cobertura nacional aumentó del 68 al 95.3% (ciclo escolar
2009-2010).
De acuerdo a cifras publicadas por la UNESCO (2010a), en 2009 la tasa neta4 de matriculación escolar a nivel de primaria era del 93.9% (niños
entre 6 y 12 años de edad), del 67.2% para la secundaria (adolescentes de 12 a
15 años de edad) pero tan solo el 25.7% de los jóvenes se inscribía en
preparatoria o bachillerato. Estos porcentajes reflejan que a mayor nivel de
escolaridad, mayor es la diferencia entre la tasa bruta y la tasa neta de
matriculación, es decir, mayor es el porcentaje de la población inscrita que no
cumple con la edad correspondiente a ese grado académico. Adicionalmente, debe
señalarse que la educación secundaria y la educación media aún no son
alcanzables para un sector importante de la población, y muchos de los jóvenes
que ingresan a estos niveles escolares desertan5 y no concluyen sus
estudios (SEP, 2011).
Causas de la
deserción escolar
La
literatura que ha analizado las causas asociadas con la deserción escolar
señala que esta se debe principalmente a la falta de recursos económicos para
cubrir los costos directos (inscripción y colegiaturas) e indirectos
(materiales de trabajo, uniformes y transporte) para poder asistir, así como a
la percepción de una baja calidad educativa ( Rumberger, 1995; Morrisson, 2002; Ersado, 2005; Yuren, de la Cruz,
Cruz, Araújo-Olivera y Estrada, 2005; Baschieri y Falkingham, 2007; Rosati y Rossi, 2007 ).
Los estudiantes que tienen menores habilidades son los más propensos a
abandonar la escuela ( Bacolod y Ranjan, 2008 ), y realizar actividades laborales
también puede perjudicar la asistencia, los resultados escolares y, en última
instancia, la permanencia en la institución educativa ( Basu y Van, 1998; Basu, 1999; Orazem y Gunnarsson, 2003; Beegle, Dehejia y Gatti, 2005; Edmonds y Pavcnik, 2005; Gunnarsson, Orazem y Sánchez,
2006; Bhalotra, 2007 ).
La crisis financiera que sacudió a la economía mundial en el año
2008 ha modificado la distribución de los presupuestos nacionales. Según la UNESCO (2011) , muchos
de los países más pobres del mundo se han visto afectados en sus planes para el
financiamiento de la educación replanteando sus metas para el 2015. En México,
el porcentaje del PIB destinado a la educación aumentó del 4.7% durante los
años 2006-2007 al 4.9% en 2008, para alcanzar el 5.2% en el trienio 2009-2011 (
UNESCO, 2010a ). A
pesar de este aumento, la falta de empleo y la pérdida de poder adquisitivo
consecuentes a la crisis financiera podrían generar presiones y problemáticas
económicas en los hogares. Si bien el gasto en educación es el resultado de un
proceso de asignación de recursos que refleja una estructura de prioridades y
objetivos sociales, familiares e individuales ( Bracho, 1995 ), este debe también tomar en
cuenta los recursos económicos de los cuales dispone el hogar.
Para ello, la crisis económica de 2008 repercutió en un menor
crecimiento del PIB (1.2%), comparado con el año anterior (3.3% en el año
2007), pero con una caída en 2009 (−6.1%), seguida por una parcial recuperación
(5.5%) en 2010 ( Banco de
México, 2011 ). La caída de la producción fue acompañada por un
aumento de la inflación, que redujo el poder adquisitivo de los salarios, y por
un aumento de la tasa de desocupación abierta principalmente en 2009, misma que
en 2010 todavía no lograba reducirse a los niveles previos a la crisis. Este
incremento en la tasa de desocupación abierta afectó a ambos géneros; para los
hombres aumentó del 3.9% (2008) al 5.5% (2009) y se estableció en 5.4% en el
año 2010. De igual forma, para las mujeres pasó del 4.1% en 2008 al 5.5% en
2009, estableciéndose en el 5.4% para el 2010 ( Botello, 2011 ). Además de un aumento en el
desempleo, la población ocupada percibió menores salarios ( Botello, 2011 , cuadro 6). Derivado de lo
anterior, podría anticiparse que estos ajustes a nivel macroeconómico afectan a
las familias, en particular si una de las personas que proveían recursos al
hogar perdió el empleo o si logró reubicarse, dependiendo de las nuevas
condiciones laborales.
En este artículo se asocian los efectos de la crisis económica con
el haber enfrentado alguna dificultad para cubrir los gastos en educación,
situación ya puntualizada por la UNESCO
(2010b) en su «Informe de Seguimiento de la Educación para Todos en
el Mundo» al observar una reducción de los recursos destinados para cubrir este
rubro, a pesar de que el gasto por estudiante en primaria y secundaria muestra
una tendencia alcista en los años posteriores a la crisis financiera ( UNESCO, 2010a ). Una
explicación a esta tendencia es que los hogares pudieran haber acudido a los
mercados de crédito formal o informal para poder financiar estos gastos; la
Encuesta Nacional de Inclusión Financiera ( SHCP, CNBV e INEGI, 2012 ) presenta evidencia
en este sentido. A pesar de que los gastos en educación se encuentren agrupados
en la categoría «gastos de educación o salud», lo que hace imposible aislar la
variable de interés, del 38.6% de la población que había ahorrado en el último
año (2011), el 29.55% destinó esos recursos a gastos en educación o en salud.
Del mismo modo, el 35.96% solicitó créditos informales, de los cuales el 32.93%
también destinó ese dinero a gastos en educación (o salud). En cuanto al
financiamiento formal se refiere, el 30.76% utilizó el dinero prestado para
este mismo fin.
Complementando lo anterior, Bray (2007)
indica que el gasto en educación puede dividirse en: a) costos de oportunidad,
aquellas actividades que los individuos o familias dejan de realizar para
invertir en educación, y b) gastos monetarios que pueden realizarse «dentro»
(cooperaciones y cuotas escolares) y «fuera» de la escuela (compra de
uniformes, papelería, transporte y trámites). En los sistemas educativos de los
países industrializados los gastos «dentro» de la escuela son cubiertos en su
totalidad por los gobiernos y los gastos «fuera» de la escuela constituyen una
pequeña proporción del gasto total de los hogares ( Santibáñez, Campos y Jarillo, 2011 ). Sin
embargo, en los países donde la capacidad del Estado para financiar la
educación pública es limitada, las familias deben realizar esfuerzos para co-financiar la educación de sus integrantes ( OECD y UNESCO, 2002).
En relación con la entidad federativa objeto de este artículo
—Puebla—, está catalogada como el sexto estado con menor escolaridad; sus
habitantes en promedio cuentan con 7.9 años de escolaridad (inferior a la media
nacional: 8.7 años) y presentan altos niveles de deserción para los niveles de
primaria (1.2%) y secundaria (4.7%) ( SEP, 2012 ). Específicamente, para el municipio
de San Pedro Cholula, donde se realizó el estudio empírico, se observa una
mayor deserción que a nivel estatal, tanto a nivel de primaria como de
secundaria, con 1.3 y 5.2%, respectivamente ( SEP, 2012).
Créditos formales e
informales
El acceso y
el uso de los servicios financieros pueden proporcionar una mejora en el
bienestar de los hogares. En particular, a través del acceso los
hogares pueden «[…] movilizar ahorros, recibir créditos, administrar riesgos y
participar en los sistemas de pagos» ( CNBV, 2009 ), mientras que la componente uso
estará determinada por aquel porcentaje de la población que utiliza alguno de
estos productos o servicios. Sin embargo, no toda la población utiliza estos
servicios, y es esta la que se considera como financieramente excluida,
representando un importante mercado potencial para los intermediarios
financieros informales.
En este sentido, la Comisión Nacional para la Protección y Defensa
de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF) indica que: «[…] para la
mayor parte de la población mexicana existen dos sistemas financieros: el
formal y el informal. El primero suele estar casi siempre fuera de su alcance;
el segundo, en el que se realiza la mayor parte de su actividad financiera, se
desarrolla en un ámbito comúnmente sin supervisión e inadvertida en registros y
estadísticas oficiales» ( CONDUSEF,
2013 ), argumentando que la actividad financiera informal es una
fuente de crédito importante conformada principalmente por prestamistas y casas
de empeño.
En el año 2009, según el Primer Reporte de Inclusión Financiera ( CNBV, 2009 ), Puebla era
el tercer estado con menos municipios que contaban con sucursales bancarias y
el segundo con menos municipios con cajeros automáticos. De igual forma, era el
séptimo estado con menos usuarios de tarjeta de débito (43%).
En el municipio de San Pedro Cholula, con respecto a los
indicadores de uso del crédito formal, había 0.81 sucursales bancarias y la
misma proporción de cajeros automáticos, así como 50 puntos de venta por cada
10,000 adultos ( CNBV, 2010
). Del mismo modo, el 28.53% de la población económicamente activa contaba con
tarjeta de débito y el 4.35%, con tarjeta de crédito. El comparativo con el
estado de Puebla y con la media nacional6
indica que este
municipio tenía una cobertura inferior por cuanto concierne el acceso y el uso
del crédito formal ( CNBV, 2010,
p. 302).
Bajo estas premisas, el objetivo principal de este estudio es
analizar si las dificultades que han presentado los hogares para pagar los
gastos en educación de los hijos se aminoran con el acceso y el uso de los
mercados de crédito formal e informal, al considerar los cambios en la
situación laboral que se presentaron en los jefes de familia, en un entorno que
estaba sujeto a las secuelas de la crisis financiera del 2008. Para ello, la
hipótesis de este trabajo plantea que el uso y el acceso a fuentes de
financiamientos, formales e informales, aminora los problemas para solventar
los gastos en educación.
Datos y metodología
Datos
De un universo de 62 escuelas primarias (40 públicas y 22
privadas) en el municipio de San Pedro Cholula, se seleccionaron las
instituciones mediante un muestreo sistemático en dos etapas por conglomerados
con un coeficiente de elevación igual a 4 para el muestreo de las instituciones
privadas y de 8 para las públicas, con el objetivo de elegir aleatoriamente 5
escuelas de cada conglomerado. Una vez determinadas las escuelas, se
seleccionaron por medio de un muestreo probabilístico simple a los 400
estudiantes de primaria para proceder a encuestar a uno de los adultos
(preferiblemente el padre o la madre) de los hogares correspondientes. El
levantamiento de la información se llevó a cabo entre los meses de enero y
junio del año 2011; los datos se terminaron de capturar en octubre, y la
revisión de la base de datos concluyó en diciembre del mismo año.
Cuestionario
El
instrumento estaba integrado por 51 reactivos cerrados de opción múltiple y
dicotómica organizado en tres secciones: a) aspectos socioeconómicos del hogar
(estado civil y escolaridad de los padres, personas que aportan ingresos de
forma regular e irregular, activos, ingresos, ahorros y deudas del hogar); 2)
información concerniente a los hijos (nivel escolar, escuela a la que asisten,
becas) y, 3) mecanismos de financiamiento (acceso, uso y características de las
fuentes de financiamiento formales e informales).
Estadística
descriptiva
De acuerdo
a los resultados de la encuesta, la mayoría de los hogares de la muestra se
conforma por parejas (84.75%, aunque solo el 69% declaró estar casada), con un
promedio de cuatro habitantes por hogar (40%) y con dos hijos (42.75%). La
mayoría de los padres tiene como máximo nivel de estudios de preparatoria (el
46.48% de los padres y el 39.80% de las madres) o secundaria (24.62 y 31.74%,
respectivamente).
En cuanto a los aspectos económicos, el 49.25% de los hogares
cuenta con solo un miembro que aporta ingresos de forma regular, y en el 17% de
los casos se detectaron aportaciones irregulares. Aunado a lo anterior, el
nivel de ingresos de los hogares es bajo: el 59% de la muestra percibe hasta 4
salarios mínimos (menos de 6,317 pesos mensuales) y el 23.25% percibe entre 5 y
7 salarios mínimos (entre 6,317 y 11,053 pesos).
Por otro lado, más de la mitad de los hogares (51.25%) no tiene
ahorros y el 33.25% ha acumulado menos de 11,369 pesos, cantidad que representa
un fondo bastante limitado en caso de que ocurra alguna contingencia. En
relación con las deudas, el 73.75% de los encuestados declara deber entre 3,001
y 25,000 pesos, y para los montos superiores los porcentajes se reducen
paulatinamente. Adicionalmente, solo el 21% de los encuestados que declararon
tener alguna tarjeta de crédito o departamental manifiestan haber tenido
problemas para pagar sus saldos en el año 2008, porcentaje que aumenta al
36.75% y al 52.75% en los años siguientes (2009 y 2010, respectivamente), cuya
tendencia acompaña la agudización de la crisis financiera y del desempleo
durante estos años.
En relación con las actividades laborales, la mayoría de los
padres son asalariados por parte del sector privado (40.75%), autoempleados (28%) y, en menor medida, se desempeñan en el
sector público (19.75%). Durante el último año, el 74% conservó el mismo
empleo, a veces teniendo que aceptar cambios en las condiciones laborales
(7.25%), o incorporando otra actividad para complementar el nivel de ingresos
(6.5%). De los restantes, el 10.5% perdió su trabajo lográndose reubicar (6%) o
siguió sin empleo (4.5%) para la fecha de aplicación de la encuesta.
La situación de las madres es un poco distinta debido a que la
mayoría se dedica al hogar (30.5%); las restantes son auto-empleadas (23.25%),
se desempeñan en la iniciativa privada (21.25%) o en el sector público (16%).
Un porcentaje menor de mujeres respecto a los hombres ha conservado su mismo
empleo (56.25%), teniendo que aceptar cambios en las condiciones laborales
(4.5%). También se detecta un mayor porcentaje de mujeres, respecto a los
hombres, que incorpora otras actividades laborales para complementar los
ingresos (13%). El 8.25% perdió su trabajo, y solo el 2.5% ha logrado
reubicarse, mientras que el restante 5.75% siguió sin empleo.
En los hogares encuestados se encontró que hay uno (33%), dos
(40.25%) o tres (21.75%) hijos que actualmente estudian. Los datos revelan que
el porcentaje de los que asisten a las escuelas privadas disminuye en la medida
en la cual aumenta el número de hijos en el hogar, posiblemente por la carga
económica que representa mantenerlos en estas instituciones. En relación con
esto, el 36.25% de los hogares afirma haber tenido problemas para pagar los
gastos en educación durante el ciclo escolar 2010-2011, tratando de
solventarlos pidiendo prestado a familiares (48.97%), participando en alguna
tanda (15.86%) o financiándolos con tarjetas de crédito (13.10%). Frente a
estos problemas, los menores dejaron de estudiar solo en el 1.38% de los casos,
mientras que el 2.78% tuvo que incorporar algún trabajo remunerado a las
actividades académicas.
Metodología
Para poder probar la hipótesis de este trabajo se estimó un
modelo probit
con errores estándares robustos, en el cual la variable dependiente problema2010_2011 toma valor de 1 si el hogar tuvo problemas económicos para
pagar la educación de sus hijos durante el año escolar 2010-2011, y de 0 si no
los tuvo. Los coeficientes dF/dx representan los cambios marginales, si son
significativos y positivos (negativos), de tener (no tener) problemas para
pagar la educación de los hijos. La descripción de cada una de las variables
independientes incluidas en el modelo se presenta en el anexo (tabla A.1).
Resultados
De acuerdo
a la prueba Hosmer-Lemeshow, el modelo se ajusta bien
a los datos (p = 0.7616), y esta especificación permite clasificar correctamente al
84.5% de las observaciones de la variable dependiente ( tabla 1).
Según las
estimaciones, los problemas para el pago de la educación presentan un
comportamiento inercial, ya que si el hogar tuvo dificultad para enfrentar los
gastos educativos en el ciclo 2009-2010, la probabilidad de que el problema
ocurra también en el ciclo escolar siguiente es del 42%, mientras que si el
problema se presentó dos ciclos antes (2008-2009) la probabilidad, aun siendo
menor, sigue siendo bastante elevada (20.8%). Evidentemente, esta situación
refleja cierto grado de vulnerabilidad por parte de los hogares que no logran
eliminar completamente no obstante el paso del tiempo.
Aunque los niveles de educación de ambos padres se incluyeron en
el modelo, solo los de la madre se asocian con los problemas para el pago de la
educación. Respecto a las que tienen niveles de educación universitaria, estos
problemas se verifican con una mayor probabilidad (11.9%) en los casos en que
las madres tienen educación media, probablemente por un manejo deficiente de
los recursos. No obstante, si ellas presentan un nivel de escolaridad de
primaria o menor, la probabilidad de presentar este problema disminuye en un
26.9%. Este comportamiento se puede explicar a través de las preferencias de
los padres al momento de escoger el tipo de institución a la que asistirán sus
hijos. Si las madres tienen bajos niveles educativos, podrían enviar sus hijos
a escuelas públicas, donde los gastos en educación son menores y el compromiso
financiero es también más fácil de cumplir. En todos los modelos estimados a lo
largo de esta investigación, el coeficiente asociado a esta variable siempre
presentó signo negativo (significativo al 1%). Se realizó un análisis de la
información muestral, encontrando que de los 30
hogares en donde la madre tiene este nivel escolar, en 27 casos los hijos
estaban cursando alguna escuela pública, lo cual apoya la interpretación
anterior.
Por otro lado, ninguna de las variables de ingresos resultó
estadísticamente significativa, por lo cual no se detectó ninguna asociación
entre estas y los problemas para pagar la educación de los hijos. De hecho,
parece que los hogares con menores ingresos tienden a tener menos problemas
para el pago de los gastos escolares, posiblemente por elegir instituciones públicas
que están al alcance de su presupuesto. A pesar de ello, los aspectos
relacionados con la estabilidad económica del hogar son importantes. Por cada
individuo que aporta ingresos irregulares al hogar hay un 22.1% de mayor
probabilidad de enfrentar problemas para pagar la educación de sus hijos, y en
este mismo sentido, cuando el hogar posee activos, o usa servicios, que
involucran pagos regulares para su uso (automóvil, teléfono y señal de
televisión de paga), se observa una menor probabilidad de presentar este tipo
de dificultades económicas (28.2, 15.8 y 15.6%, respectivamente).
En relación
a la deuda de los hogares, respecto a los montos menores a 3,000 pesos, los
rangos inmediatamente superiores (3,001-6,000 y 6,001-15,000 pesos) tampoco son
estadísticamente significativos, lo cual sugiere que se trata de obligaciones
financieras que los hogares logran manejar. Sin embargo, los montos mayores a
15,000 pesos se asocian fuertemente con enfrentar problemas para pagar la
educación de los hijos, ya que los cambios marginales varían entre un 42 y un
55.7%, dependiendo del rango de deuda.
Debido a que los costos que enfrentan los hogares están en función
del número de hijos, del nivel que están cursando y del tipo de institución
(privada o pública) a la cual acuden, se incluyó en el modelo el número de
hijos inscritos por nivel y tipo de institución educativa.
Las estimaciones arrojaron que por cada niño inscrito en una
escuela privada en el nivel de maternal o preescolar, la probabilidad de
enfrentar estos problemas aumenta en un 26.1%, y para aquellos que cursan la
primaria en instituciones públicas o privadas la probabilidad es del 12.3 y del
31.4%, respectivamente.
De igual forma, si por un lado se considera que las instituciones
privadas son más caras respecto a las públicas —lo cual se refleja en los
cambios marginales—, por otro también se reconoce que la mayoría de los hogares
con hijos inscritos en primaria o en los niveles inferiores pueden estar
constituidos por parejas más jóvenes que podrían enfrentar mayores problemas económicos
que tienden a aminorarse con el tiempo, ya que a nivel de secundaria, por cada
estudiante inscrito en una institución pública la probabilidad disminuye en un
17.2% (para los niños que cursan la secundaria en una escuela privada también
se detecta una disminución en la probabilidad, pero no resulta significativa).
Aunque el estudio se enfocó en los hogares que tuvieran hijos
estudiando en algún grado de educación básica, se incluyeron en el modelo
variables correspondientes a niveles educativos superiores porque algunos otros
integrantes estaban inscritos en estos; en general, se observa que la
probabilidad de presentar problemas para cubrir los pagos relativos a la
educación de los integrantes en los niveles inferiores tiende a reducirse
independientemente del tipo de institución, aunque ninguna variable resultó
significativa. Este resultado puede ocurrir porque solo los hogares que
presentan una mejor situación económica pueden impulsar a que sus hijos sigan
estudiando.
Si bien se esperaría que las becas pudieran aminorar los problemas
económicos, de acuerdo a las estimaciones estas presentan una débil asociación,
y únicamente para los estudiantes en los niveles de preparatoria y universidad
inscritos en escuelas privadas. Estos niveles educativos ofrecidos por parte de
las instituciones privadas son generalmente los más costosos, y los hogares que
solicitan alguna beca lo hacen porque enfrentan dificultades económicas. En
este caso, la relación positiva entre el monto de las becas y los problemas para
el pago de la educación de los hijos indicaría que estos apoyos se estarían
asignando a los hogares que efectivamente los necesitan.
Analizando las variables correspondientes al acceso y uso del
sector financiero formal, medido a través de la posesión de alguna tarjeta de
crédito y débito, la tenencia de estas permite reducir la probabilidad de tener
dificultades para el pago de la educación de los hijos. En particular, el
acceso a una línea de crédito se asocia con una mayor reducción (−42%), por ser
una fuente de recursos disponible en caso de necesidad. De forma similar, los
ahorros, relativamente bajos de acuerdo a los resultados de la encuesta, aunque
contribuyan a reducir la probabilidad, lo hacen en una menor proporción
(−12.4%).
En lo que respecta al uso, los préstamos bancarios muestran un
comportamiento similar, pero reducen la probabilidad solo de forma marginal
(0.1% por cada 1,000 pesos de financiamiento). A pesar de que la reducción sea
pequeña, estos resultados sugieren que la inclusión financiera, principalmente
mediante la disponibilidad de instrumentos financieros de ahorro y crédito, se
asocia con una menor probabilidad de que el hogar enfrente problemas para pagar
los gastos derivados de las actividades escolares de los hijos. Sin embargo,
considerando el uso de préstamos informales, se observa que si los fondos son
prestados por familiares, por cada 1,000 pesos se asocia una caída de la
probabilidad del 1.64%.
En relación con lo anterior, los préstamos por parte de familiares
pueden ser proporcionados con mayor prontitud respecto a un banco, por lo cual
pueden permitir enfrentar de manera más efectiva que los segundos las
necesidades financieras del hogar. Esta interpretación también permite explicar
el aumento de la probabilidad en un 4.56% si los recursos (1,000 pesos) han
sido obtenidos a través de una tanda, ya que en estas el dinero se otorga según
el «turno» asignado, que generalmente no coincide con el momento en el que se
presenta la necesidad. Asimismo, participar en una tanda implica tener que
realizar aportaciones periódicas durante toda su duración, por lo cual la
obligación de un ahorro forzoso puede contribuir a los problemas económicos del
hogar.
En cuanto a los cambios en el estado o las condiciones laborales,
se encontró que, para el padre, el haber perdido el trabajo y seguir
desempleado, o el haber encontrado otro trabajo con un menor salario durante el
ciclo escolar 2010-2011, aunque sean débilmente significativos, se asocian con
una elevada probabilidad de tener problemas para el pago de los gastos
educativos (28.5 y 49.3%, respectivamente).
Para la mayoría de los hogares, la decisión de inscribir los hijos
a la escuela se toma a mediados de la primavera y se concreta algunos meses
antes de que comience el año escolar (agosto-junio). Una vez inscrito(s),
cambios repentinos en la estabilidad económica derivados de la pérdida del
empleo —considerando los compromisos financieros adquiridos— obligan al hogar a
reasignar el presupuesto familiar con el surgimiento de la problemática
planteada, misma que se refleja en el modelo a través de la magnitud de los
cambios marginales estimados.
Finalmente, a pesar de que la mayoría de las variables que
representan los cambios en la situación laboral de la madre tengan signo positivo,
ninguna de ellas resulta estadísticamente significativa, lo cual, al menos en
el municipio en el cual se realizó el estudio, puede deberse a que su
participación en las finanzas del hogar pudiera no ser tan relevante como la de
la contraparte masculina.
Conclusiones
De acuerdo
a los resultados de este trabajo, a raíz de la crisis financiera y del empleo,
los hogares que tienen acceso al mercado financiero formal logran reducir de
forma importante los problemas para solventar gastos en educación. Igualmente,
los mecanismos de financiamiento tienden a aminorar la probabilidad de tener
problemas para pagar educación, aunque se deben tomar en cuenta sus
características específicas.
De esta forma, y retomando que la educación es uno de los medios
mediante los cuales los individuos pueden acceder a mayores niveles de
ingresos, y a sabiendas de que una mayor preparación del microempresario se
asocia positivamente con las utilidades operativas de las microempresas, el
acceso y el uso de los servicios financieros pueden también tener un papel
importante en la acumulación de capital humano y su relación con los resultados
de las unidades productivas en México.
Aunque se haya detectado la existencia de inercia en la
probabilidad de tener problemas para pagar educación —lo cual deja entrever que
esta dificultad no es de corto plazo—, el problema parece residir más en la
falta de estabilidad económica que en niveles bajos de ingresos del hogar. Este
resultado puede deberse a que el pago de la educación es un compromiso que la
familia realiza a largo plazo, por lo que si un hogar es económicamente
estable, la probabilidad de que tenga problemas para pagar los gastos
educativos es menor. En este sentido, las deudas —sobre todo cuando su magnitud
rebasa los 15,000 pesos— constituyen una carga financiera difícil de manejar
que se asocia con mayores problemas para poder cubrir otros gastos.
Por último, se observó también que los efectos de la crisis
económica se ven reflejados en una mayor probabilidad de enfrentar problemas
para el pago de los gastos educativos de los hijos, en particular cuando el
padre está desempleado o cuando recibe un menor salario a pesar de haberse
reubicado.
Una reflexión final
Los hogares
enfrentan costos de distintos tipos y magnitudes para que sus hijos/as tengan
acceso a la educación y que dependen del tipo de institución (pública o
privada) seleccionada. Es sabido que estudiar en una institución pública se
asocia con un menor esfuerzo financiero que en una privada; sin embargo,
menores costos también se asocian con menores ingresos, debido a que son los
hogares con menos recursos los que suelen seleccionar la opción educativa más
económica. Además de la inscripción y de la colegiatura, que probablemente
constituyen la mayor diferencia entre la educación pública y la privada, hay
otros los rubros comunes (útiles y uniformes). Para tales efectos, los
gobiernos estatales buscan abatir estos costos proporcionando a los estudiantes
de sus niveles básicos útiles y uniformes escolares gratuitos; también, otros
beneficios para los estudiantes de las escuelas públicas pueden materializarse
a través de tablets u otros instrumentos de
aprendizaje.
Se reconocen costos que se asocian con aspectos geográficos
(ruta/distancia entre la escuela y el hogar, medios de transporte y tiempos de
traslado), con el modelo y la calidad (excursiones, materiales ad hoc ) del
servicio educativo ofertado. No menos importantes son los descuentos que
ofrecen algunas escuelas privadas en la inscripción de dos o más hermanos/as, situación
que además permite un ahorro de tiempo para los padres. Por último, hay costos
asociados con los regalos que se realizan a los maestros en una o más ocasiones
a lo largo del ciclo escolar, motivados tanto por razones sociales como por
costumbre.
Debido a que la oferta educativa es particularmente dinámica, los
padres están continuamente expuestos a nuevas opciones académicas
diferenciadas. Considerando que la experiencia de los padres en este mercado de
servicios educativos es generalmente modesta, estos se convierten en los
compradores de un servicio que no consumen directamente. El escaso conocimiento
en materia por parte de los progenitores puede propiciar que el estudiante se
cambie de escuela o de sistema educativo, lo cual, nuevamente, repercutirá en
mayores costos. Algunos de estos aspectos no han sido considerados en este
trabajo, pero pueden ser la pauta para plantear nuevas hipótesis de
investigación a ser analizadas en investigaciones futuras.
Anexo
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Notas.
1 Secundaria: +1,188 pesos; preparatoria: +1,447 pesos;
universidad: +2,332 pesos.
2 Principales indicadores de inversión y comercio para los
Estados de la República (2014).
3 La tasa bruta de matriculación (o cobertura) se calcula
como: [(matrícula total de un nivel educativo, sin importar la edad) /
(población total que tiene la edad que corresponde al nivel educativo)] *100.
4 La tasa neta de matriculación escolar se calcula como:
[(matrícula correspondiente al rango de edad de un nivel educativo) /
(población total de la edad correspondiente al nivel educativo)] * 100.
5 Deserción en primaria (2009-2010): 0.9%. Deserción en
secundaria (2009-2010): 6.2%. Deserción en educación media (2009-2010): 15.6% (
SEP, 2011).
6 1.77 sucursales por cada 10,000 adultos.
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Administración.
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